El Kanas Wayuu —también llamado kanaas— es el lenguaje gráfico ancestral del pueblo Wayuu.
Más que figuras, es un sistema de símbolos lleno de memoria, filosofía y espiritualidad, transmitido de generación en generación a través del tejido.
Cada diseño cuenta una historia, un consejo o una enseñanza. Tejer, para los Wayuu, es conversar con el universo y con los espíritus protectores de su cultura.
Modelos y su significado
Los kanaas se plasman en distintos modelos, cada uno con un mensaje propio:
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Molinillo (Molokonoutaya): La fuerza del viento en el desierto, símbolo de dinamismo y movimiento.
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Caminos cruzados (Pasatalo’u): Equilibrio y responsabilidad en cada decisión.
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Ojo de pez (Ipu’tu): Sabiduría y claridad para comprender el mundo.
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Estrella (Wüi): Guía de los ancestros y vínculo con el firmamento.
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Pata de cabra (Jime’u): Firmeza y estabilidad para avanzar en la vida.
Cada uno embellece la pieza y refleja la cosmovisión Wayuu: todo está conectado, desde el viento hasta las estrellas.
El tejido como puente espiritual
Para los Wayuu, tejer es un acto sagrado.
Cuando una mujer comienza a urdir los hilos de una mochila, invoca a Wale’kerü, la araña mítica que enseñó este arte a sus antepasadas.
Cada punto es una plegaria, un diálogo silencioso entre el mundo físico y el espiritual.
Los diseños surgen de emociones, mensajes o historias que desean preservar.
Patrones, hilos y colores
El Kanas combina precisión y simbolismo:
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Patrones: Rombos, cruces y espirales inspiran naturaleza, caminos y valores ancestrales.
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Hilos: Algodón o fibras resistentes, elegidos según el destino de la pieza: mochilas de uso diario o mochilones ceremoniales.
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Colores:
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Rojo: el sol y la energía vital.
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Negro: la noche y la introspección.
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Amarillo: el desierto y su riqueza.
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Azul: el cielo y el mar de La Guajira.
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Tejer es un proceso paciente, donde cada puntada guarda un fragmento de identidad.
Mochilas y mochilones: relatos que se llevan
Las mochilas Wayuu no son solo bolsos: son símbolos de identidad y tradición.
Las pequeñas acompañan la vida cotidiana; los mochilones, más grandes, resguardan historias en ceremonias, viajes y ofrendas.
Cada pieza es un relato visual, un puente entre el desierto, la memoria de los ancestros y lo divino.
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